NI TANTO QUE QUEME AL SANTO…

Dice la leyenda que un monje que buscaba una relación cercana con Dios se retiró a vivir de anacoreta, de ermitaño, a lo más profundo de un bosque. En aquel silencio redescubrió la obra divina y se recreó ante el verde de las arboledas, el fulgor polícromo de la floresta, el cielo tachonado de miríadas de estrellas, el rumor del viento entre las copas de los árboles y en todas esas voces y esplendorosas visiones creyó descubrir la presencia de Dios.

LA MUERTE TIENE PERMISO

Para saber lo que pasa en México hay que leer la prensa diaria. Al abrir sus páginas, salta la sangre a nuestro rostro. Ahí, columnistas y caricaturistas condenan o aplauden -estos, ya muy débilmente- en defensa de una guerra sin estrategias, sin resultados, y sin más recursos que el poder de fuego de uno y otro bando. Más de cuarenta mil muertos en la guerra contra el Narcotráfico es un exceso que nadie esperaba, ni el presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, que fue quien “alborotó el avispero” en un fatuo afán de protagonismo.

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EL CULTO A JESÚS MALVERDE.

ENCUENTRO CON LAS TRADICIONES VIVAS

Jesús Malverde y su culto tienen origen en la ciudad de Culiacán, Sinaloa. Sin embargo, la realidad de su existencia no está registrada por la historia oficial; es sólo una trama propia de la tradición oral.

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PARA CAPAR AL MARRANO

Uno de los problemas antiguos en nuestro México, fue la falta de médicos veterinarios en suficiente número como para dar atención a todo el campo en aquellos tiempos en que nuestro país era más agropecuario que industrial. Bueno, si no había suficientes médicos ni para atender a la población, menos médicos veterinarios para las distintas clases de ganado.

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CÓMO HACER DE UN BILLETE UN PODEROSO TALISMÁN

Para hacer de cualquier cosa un amuleto, hay que consagrarlo primero, a veces ante Dios, a veces ante la Diosa Fortuna, u otros según si su ritual es mágico, cristiano, budista, judío o musulmán. Así, es costumbre muy antigua que una imagen o un dije sea llevado a bendecir al templo, cualquiera que sea su denominación. Incluso, en la antigüedad para sacrificar un cordero, tenía que reunir dos condiciones: ser el primero de la camada y ser brindado a Dios antes de sacrificarlo.

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