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LA BATALLA DE UN SOLO HOMBRE

En este espacio de leyendas, nos unimos al espíritu de las Fiestas del Centenario de la Revolución Mexicana y el Bicentenerio de la Independencia de México publicando algunas leyendas históricas que esperamos, disfruten nuestros lectores de todos los países que siguen nuestro Norestense

Con un saludo muy especial para Lampazos de Naranjo, Nuevo León, México, tierra heroica que muchos generales dio a las causas de la Independencia, contra las guerras de invasión francesa y norteamericana, así como la Revolución.

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Desde que en 1698 el padre franciscano Fray Diego de Zalazar fundó la Misión de Nuestra Señora de los Dolores de la Punta de Lampazos, el pequeño poblado de indígenas cristianizados sobrevivió penosamente debido a la infinidad de nativos hostiles que constantemente los amenazaba a grado tal que en 1752 estaba ya casi despoblada. Volvió a fundarse, pero ahora con el nombre de Villa de San Juan Bautista de Horcasitas; pero entre los habitantes, perduró el viejo nombre de la Punta de Lampazos, hoy conocido como Lampazos de Naranjo.

Los enfrentamientos contra los indios templó el espíritu de los lampacenses y los hizo belicosos. Eran buenos jinetes y sabían manejar todo tipo de armas; así que cuando la guerra de Independencia llegó, de Lampazos salieron cientos de combatientes naturales para enfrentar aquel movimiento y de ahí en adelante, cada sacudimiento armado como la guerra contra el invasor americano, la de la Reforma, contra el francés, la Revolución de Ayutla, la Revolución Mexicana y la guerra de los Cristeros se llevó hombres de esta tierra para regar su sangre por todo el territorio nacional. Cada una de estas etapas, dejó muchos generales lampacenses pero también muchas tumbas y viejos soldados llenos de cicatrices y recuerdos de todos aquellos hechos que de epopeyas históricas, pasaron a convertirse en verdaderas leyendas populares.

Dentro de las memorias del Lampazos heroico, hay una del dominio público. Una historia que nos demuestra el temple y la voluntad del hombre de aquellos tiempos para sobrevivir a la crueldad imperante, su admirable capacidad para sucumbir con la frente en alto peleando por su derecho. Relato histórico registrado en el libro “Mis Memorias de Campaña” de Francisco L. Urquizo pero popularizado por la memoria colectiva y cantado en versos del poeta lampacense Dante de Jesús García Longoria. Epopeya sorprendente por que nos habla de...

LA BATALLA DE UN SOLO HOMBRE

Eran los tiempos de la Revolución. Las fuerzas carrancistas cruzaban la seca llanura por entre mezquitales y cenizos chaparrales. Habían tomado los pueblos de la región carbonífera de Coahuila y ahora se dirigían hacia la hacienda de Mamulique para concentrar efectivos antes de la toma de Monterrey. Muy en la lejanía, se podían observar los primeros cerros que rompían la monotonía del paisaje plano y semiárido; eran las Mesillas y la mesa de Cartujanos que anunciaban la cercanía de Lampazos por un lado; y Valladares y Candela por el otro. El intenso calor los adormecía sobre las cabalgaduras y deseaban encontrar pronto alguna ranchería en medio de aquellas soledades para tomar agua y descansar de la agotante jornada. Lo más cercano parecido a un poblado, era la estación Rodríguez, y aún estaban muy lejos.

Pero un rancho apareció ante ellos: San Patricio. Las pocas casas de adobe con gruesas puertas y ventanas cerradas parecían deshabitadas pues todo estaba quedando solo por la larga lucha. Se habían depredado ganados, capitales, familias enteras habían huido de la guerra y muchos hombres andaban a salto de mata empujados por un bando o por otro. Ya sólo quedaban ancianos, mujeres y niños al frente de las propiedades en ruinas. Por sobre el discurso tanto revolucionario como gubernamental, el campo empobrecía y la nación se estaba muriendo de hambre.

Al llegar a San Patricio
Una columna carrancista
Procedente de Sabinas
Les ganaba la fatiga

Seguros en medio de tal desolación llegaron ante las casas, cuando dos detonaciones los sacudieron de su marasmo. Un hombre rodó por el suelo con todo y caballo. Otro disparo y otra cabalgadura cayó. Y mientras cundía el desorden por aquel ataque sorpresa, más fogonazos salían de una ventana u otra y más combatientes caían abatidos en la inesperada emboscada.

Ya casi llegando al casco
De esa hacienda conocida
Empezaron los disparos
Provocando la estampida

Fuego pausado y certero
Los traía a la deriva
Y a cada grito del 30
Un guerrillero caía.

Tras el sobresalto con las primeras bajas, la veteranía se impuso e inmediatamente los más experimentados se parapetaron tras lo que pudieron o se tiraron pecho a tierra para bañar de balas aquella casa. Alternativamente, de una ventana y otra salían los certeros disparos y seguían perdiendo bestias y compañeros. Las astillas de la ventana volaban por la balacera que destrozaba todas las maderas y de pronto, una tregua...

El silencio envolvió por un momento a los dos bandos y el coronel al frente de la tropa revolucionaria con voz enérgica gritó a los atrincherados invitándolos a la rendición.

En lugar del cañón de un rifle, un trapo blanco salió por la rendija de la entreabierta ventana. Ondeó por unos instantes de silencio bajo el sol y viento suspendidos, atentos al desenlace de una historia más para aquél pueblo trágico.

Cuando el fuego se calmó
De un bando y también del otro
Un trapo blanco asomó
Del jacal que tirotearon

La puerta se abrió lentamente... Seguido por una anciana y casi cargado por dos muchachas, un delgado viejecillo que apenas podía dar paso por el peso de sus tal vez noventa años dejó el marco y cabizbajo pero ceñudo, empezó su marcha penosa. Miraron conmovidos como su abundante y gran bigote blanco se contraía por un dolor callado; con su escasa y plateada cabellera en desorden, aquejado por el dolor de un hombro destrozado que le cubría de sangre el pecho y brazo entero. Avanzaba arrastrando el paso.

Tan grande fue su sorpresa
Conocer al enemigo
Sólo un viejito valiente
Con un Treinta y mal herido.

Coronel y escolta se acercaron a aquella ruina humana para interrogarlo.

_ ¿Qué pasó con los demás? ¿Están muertos?

_ No hay demás... Toy´ solo... -contestó el anciano sacudiéndose con gesto decidido la custodia de las mujeres y dando unos maltrechos pasos al frente.

_ ¡¿Usted..., solo...?!

_ Sí señor...¡Yo solo...!

_ ¿Y porqué se nos enfrentó?

_ Pa' defender a las mujeres... No quiero que les hagan lo que a las hijas de mi compadre . Ya las ve probes: ´pos estas mujercitas primero se matan...

Ahora dígame viejito
¿porqué provocó este lío?
Pa’ defender mis mujeres
Pensé que eran amarillos

No me le rajo a la muerte
Aunque viejo, yo soy hombre
Pa’ defender mis tierritas
Y mi honor, aunque sea pobre

_ Si alguien tocó a las mujeres de este pueblo, nosotros no fuimos...

_ Todos son iguales pero todos lo niegan... Total... Yo me rindo con la condición que se respeten las mujeres de esta casa. Si no quiere: ¡´pos nomás diga 'pa volver al jacal y seguir peleando hasta que Dios disponga...!

_ Le juro que nadie de mi tropa va a tocar sus mujeres. Ahora, dígame: si quería protegerlas, ¿por qué no corrieron cuando nos vieron...?

_ Porque soy hombre...

El oficial volteó a ver el tendedero de soldados y bestias ensangrentadas y sólo contestó:

_ No..., si ya nos dimos cuenta... Pero entenderá que tiene que pagar por lo que nos hizo.

_ Hice lo que debía hacer y desde que me rendí ya sé que estaba muerto...

_ ¡A ver, cabo...! –ordenó el coronel. _¡Déme un informe de nuestras pérdidas...!

Cuadrándose ante el superior contestó inmediato:

_ Mil balas disparadas, dos muertos, cuatro heridos y seis caballos inútiles, mi coronel.

El coronel sonrió levemente... ¡Tantas pérdidas...! ¡Mil balas para someter a un hombre de noventa años...! Y con un gesto de amargura se quedó mirando al valiente anciano veterano de quien sabe cuántas guerras. Tal vez había peleado contra el apache y el comanche, contra el gringo y el francés; y sabiendo las reglas de la guerra, esperaba resignado el inexorable destino de los vencidos.

_ ¿Sí entiende lo que le espera...?

_ Ya se lo dije: Yo ya morí desde que me rendí...

Se muy bien lo que me espera
Y que no les tiemble el dedo
Ustedes son de los míos
¡Que viva Pancho I. Madero!

El espíritu del oficial se debatía entre la piedad y el deber. Al fin, en un grito decidido, ordenó:

_ A ver, mi cabo... Déle su “agüita”* aquí al señor... ( *mátelo )

Un joven soldado de rostro serio e impenetrable, sin un asomo a los sentimientos que probablemente lo embargaban, tomó del brazo al viejo y respetando su paso lerdo y lento, lo encaminó atrás de la casa, hacia los corrales.

Un disparo... Otro... Las mujeres cayeron de rodillas sacudidas por el llanto.

El joven combatiente regresó con gesto inescrutable pero tal vez, muy a su interior, renegando de aquella maldita guerra que ya los había envilecido y condenado al infierno a todos. Las mujeres corrieron a llorar sobre el cuerpo inerte, batido en sangre y tierra que cayó con el rostro frente a un sol que de pronto, ya no quemaba...

El sol ya se iba ocultando
En la mesa Cartujanos
Cuando sonó una descarga
Haciendo eco en el llano
Y las mujeres lloraban
La columna se alejaba...

Allá frente a la casa, los revolucionarios sacrificaban las bestias inutilizadas; preparaban el transporte para los heridos, cargaban a sus muertos y en silencio, emprendieron la larga marcha que habían suspendido para enfrentar singular combate en aquella batalla...

¡Contra un solo hombre...!

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