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LOS CHANEQUES

En mi pasado viaje a Yucatán, tuve encuentros con las tradiciones vivas y ya contamos aquí las creencias acerca del Alushe, una especie de duendecillo guardián de sembrados, patios y negocios. Pero hay otras creencias que hablan de guardianes de los sitios sagrados, cuyo encuentro puede resultar una experiencia difícil de olvidar.

Francisco es un hombre de Oaxaca, guía de turistas que mil conocimientos, experiencias y misterios guarda para compartir con los asombrados visitantes que de todos los países llegan a la zona de los mayas. Su lengua madre es el zapoteco; desde luego, habla perfectamente el español pero también habla inglés y se comunica en francés. Francisco me platicó una experiencia que vivió un amigo de él, también guía de turistas.

_”En un encuentro de guías de turistas que en Chichén Itzá tuvimos hace veinte años, nos alojamos en el cercano pueblo de Piste. Como habíamos terminado el curso, cerramos la jornada con una fiesta donde corrió la cerveza y bebidas locales.

“A las once de la noche, me retiré; pero en lugar de ir a descansar, me nació el deseo de ver la luna llena desde la cumbre de la gran pirámide, así que tomé mi carro y en unos minutos ya estaba ahí. Al llegar, los guardias, al reconocerme como uno de los guías, no me negaron el paso aunque me vieran caminar con el inseguro andar de un borracho.

“Caminé por entre ruinas y explanadas, respirando hondo el aire tropical y me paré frente a la pirámide de Kukulkán, el dios serpiente. Con cuidado, empecé a trepar la escalinata y llegué a la cumbre donde el aire me pareció más agradable y la noche más bella bajo la lluvia de plata de la hermosa luna.

“Sumido en la contemplación y mis pensamientos, de pronto algo me llamó la atención: me pareció que a mi izquierda, alguien había asomado tras una columna. Pensé que era mi imaginación y seguí en el lugar disfrutando del paisaje estrellado y el canto de los pájaros nocturnos que se mezclaba con el grito lejano de otros seres de la noche.

“Otra vez, alguien asomó, ahora a mi derecha. Volví rápidamente la cara y vi una figura que se escondió tras una pared. Un minuto después sorprendí otra figura asomando hacia mí tras la columna. Definitivamente, debía bajar de la pirámide y unos momentos después, estaba ya en la explanada.

“Miré a mi alrededor y nadie estaba por ahí; pero previniendo el ataque de alguien empecé a caminar hacia la Administración. Al ir por la senda, oí un “¡sssht!” de alguien que me llamaba. Volví la vista, y nadie… Apresuré el paso y otra vez, el extraño llamado… Al voltear, miré dos seres de algún metro y veinte centímetros de estatura que con paso saltado avanzaban hacia mí. Vestían ropa antigua, como sacados de una ilustración maya, pero lo que más me horrorizó era que tenían enormes cabezas, bocas de oreja a oreja con enormes dientes que castañeaban como el jabalí cuando la abrían y cerraban, como tratando de gritarme algo, pero no les salía palabra alguna.

“Corrí y corrí y cada vez que volteaba los monstruos estaban más y más cerca. Al alcanzar al edificio de la Administración, iba jadeante y sudoroso. La borrachera se había ido. Gritaba a los guardias pidiendo ayuda. Al llegar en mi auxilio, miraron extrañados; tras de mí, nada estaba siguiéndome…

“Subí al carro y llegué al campamento donde un viejo maya me explicó lo vivido: Había subido borracho a un sitio sagrado y eso había molestado a los chaneques, guardianes de bosques y sitios venerados. Los chaneques pueden ser agresivos si se enfurecen y pudieron encontrarme destrozado al día siguiente para echarle la culpa a un jaguar.

“Muchos años han pasado… Siempre que me toca contemplar la luna llena por las selvas tropicales de Chiapas, Quintana Roo y Yucatán, el recuerdo vuelve a mí trayéndome otra vez la estampa viva de los chaneques persiguiéndome, como si fuera solo ayer que hubiera vivido esta increíble historia.

Así que usted: Cuando viaje por las tierras del Mayab, ¡cuidado!, ¡huya por su vida cuando entre la espesura de la selva escuche el llamado macabro de los chaneques! Una creencia muy en uso que nunca caerá en desuso.

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