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LA MUERTE TIENE PERMISO

Para saber lo que pasa en México hay que leer la prensa diaria. Al abrir sus páginas, salta la sangre a nuestro rostro. Ahí, columnistas y caricaturistas condenan o aplauden -estos, ya muy débilmente- en defensa de una guerra sin estrategias, sin resultados, y sin más recursos que el poder de fuego de uno y otro bando. Más de cuarenta mil muertos en la guerra contra el Narcotráfico es un exceso que nadie esperaba, ni el presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, que fue quien “alborotó el avispero” en un fatuo afán de protagonismo.

En este caos, los carteles de la droga también se combaten entre sí para conquistar territorios pues como dice el dicho: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Policía Federal, Ejército y Marina por orden presidencial combaten la Delincuencia Organizada y caen muchas cabezas y delincuentes pero sin que se vea menguar el poder de los grupos delictivos pues –en un contexto de desempleo y falta de oportunidades de educación-, hay mucha carne joven para ofrendar a los cañones. Mientras tanto, los traficantes de drogas ampliaron su actividad a secuestro de particulares, de migrantes, asaltos a mano armada tanto a ciudadanos como a empresas, robo de autos, trata de blancas para el comercio sexual mientras alguna autoridad declaró: “Vamos ganando, aunque no lo parezca”. Sin embargo, las fosas clandestinas con cientos de muertos anónimos ya le dieron triste fama a nuestro México querido. Si esos crímenes en masa se denunciaran en Libia, Egipto, o cualquier país del mundo árabe, el mundo aullaría; pero como es en México, todos callan en silencio cómplice.

La ciudadanía lanza gritos de protesta ya representativos del sentir nacional: “¡Si no pueden, renuncien!” “¡No más sangre!” “¡Estamos hasta la madre!” “¡Ya basta!”...y los que vengan.

Los marinos, soldados, y policías federales, en enfrentamientos matan delincuentes; y estaría bien si no fuera porque muchos de estas muertes son ejecuciones extrajudiciales; muchas veces ya heridos o desarmados y rendidos, los delincuentes son asesinados. Parece que la consigna es: “no tomar prisioneros..”

Lo más lamentable, es la muerte de civiles: padres de familia, madres, jóvenes, niños y niñas, estudiantes y obreros; no hay mas que leer los diarios para comprobarlo. Las fuerzas federales matan a quien se cruce en la refriega y luego, se justifican diciendo que murió en “fuego cruzado” o hasta le ponen al cadáver de una obrera una arma larga entre los brazos para tomar la foto y “demostrar” que era un delincuente más.

Nunca se vio tanta impunidad en México. No importa lo que digan los testigos; jamás se tomarán en cuenta sus declaraciones. Los militares irán a juicios simulados en tribunales militares y jamás serán castigados. Mientras tanto, el presidente justifica toda esta sangre, declarando que son “daños colaterales”. En México, la Muerte tiene permiso.

En esta edición, Norestense.com se une a los que claman: “No más sangre” recordando el crimen de dos obreros acaecido en Anáhuac, Nuevo León, el día 3 de marzo de 2010.

A LA MUERTE DE ROCÍO Y JUAN CARLOS

Un tres de marzo, señores
Anáhuac se vistió de luto
murieron dos trabajadores
la verdad bien que se supo.

Las doce y cuarto marcaban
y un turno terminaba.
por que la Maquiladora
trabajaba a toda hora.

Y llegó Juan Carlos Peña
en busca de su mujer
trabajaba en esa empresa
para tener que comer.

Rocío Romeli su nombre
era su apellido Elías
feliz de laborar salía
a encontrarse con su hombre.

Recibe un tierno beso
de su amado marido
y suben a su carrito
para un feliz regreso

Pero la Muerte en acecho
su guadaña ya afilaba
venía un convoy de maleantes
con soldados se topaba.

El fuego se desató
en una masacre ciega
en medio de la refriega
el matrimonio quedó.

¡Agáchate bien Rocío!
gritó su esposo aterido
no sabía ni qué cuernos
en medio de aquel infierno.

Las balas volaron lejos
los proyectiles silbaron
hasta en la escuela Cuauhtémoc
las paredes estamparon.

Dos delincuentes llegaron
para quitarles el carro
acosados por el fuego
corriendo se retiraron.

Juan Carlos algo intentó
y del carro se salió
un soldado lo miró
y también le disparó.

Quedó tirado en la acera
asistido por su esposa
su sangre corría generosa
y seguía la balacera

Por fin en breve silencio
se oyó un grito muy recio
¡auxilien a mi marido!
¡un inocente está herido!

Rocío abrazaba a Juan
que sangraba sin parar
su esposo ya se moría
y la ayuda no acudía.

Un soldado se acercó
mas la ayuda no llegó
con su arma les apuntó
y ahí mismo los mató

Otros soldados llegaron
y sin piedad ni emoción
sin ninguna explicación
sonrientes, los remataron.

Y quedaron abrazados
en un “te quiero” expiraron
conmovidos y asustados
cien obreros los miraron.

Uniformados sin alma
los cuerpos ya separaron
les acomodaron armas
luego los fotografiaron.

Dos delincuentes serían
que los habían enfrentado
ellos se defenderían
y ahí los habían matado.

Un detalle los delata:
Rocío en sangre bañada
orgullosa aún portaba
de honrada obrera su bata.

Es un descuido banal
es un detalle “simplón”
como dijo Calderón
fue un “daño colateral”.

A Juan Carlos y Rocío
nunca los van a olvidar
a los soldados canallas
nadie los va a castigar.

Lloroso el pueblo acudió
al camposanto a enterrarlos
mil flores depositó
y jamás ha de olvidarlos.

Sus hijos les han llorado
lágrimas de desconsuelo
mas tras ser asesinados
deben estar en el Cielo.

México vive con miedo
se ha convertido en panteón
culpable, dí fuerte y quedo,
La Guerra de Calderón.

Norestense.com, propone que no haya tribunales especiales para los militares sino que sean juzgados como el resto de los mexicanos y nos solidarizamos con los deudos de Rocío y Juan Carlos uniéndonos a Javier Sicilia y las voces que claman:

“Si no pueden, renuncien”,
“No más sangre”
“¡Ya basta!”
“¡Estamos hasta la madre!”

Porque como dice un verso escrito por Ismael Vidales Delgado:

“!Estamos hartos...!
¡Infinitamente hartos...!”

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